Ya Tom Peters viene hablando de esto desde hace un tiempo. La idea es que el fracaso (en el sentido de un intento no logrado) contiene semillas de logros futuros, y que haríamos mal en extraer de él la conclusión de que es mejor quedarse quieto.Que algo no salga bien es parte de todos los trabajos y de todos los intentos. Importa, como dicen las terapias, qué se hace con ese fracaso: ¿se lo utiliza para justificar la quietud, se inventa un sentido de vida de orden nacional (cualquier parecido con algún país que uds conozcan es pura coincidencia) o se extraen conclusiones para nuevos intentos?
En Fast Company, revista que recomiendo al que todavía no la conozca (impresionante cómo trabajan su site, en el que ofrecen la revista casi entera, y tienen un archivo impresionante), encontré un buen artículo sobre el tema llamado "Celebrate Failure".
Ilustro con algunas tapas, para que se vea el encanto de la publicación, y lo estimulante de sus sumarios...


Como el mismo Tom Peters dice en su libro El proyecto 50 "...es mejor un fracaso memorable que un éxito mediocre..." Cuando aprendamos a que el fracaso es tan solo la ausencia momentanea de éxito, es solo un escalón más hacia el objetivo final, feedback, oportunidad, cuando aprendamos a ver en ésta palabra algo renovador en lugar de miseria e infortunio, entonces si éste país empezará a avanzar aprendiendo de sus errores.
ResponderEliminarTuve la oportuidad de sentarme frente a frente con Peters en Chicago y disfrutar (y padecer un poco también) su ironía e histrionismo. Al tema de la celebración del fracaso yo le daría una vuelta de tuerca y resaltaría la necesidad de valorar el proceso de una acción o emprendimiento independientemente del resultado final (algo que los orientales practican en su vida diaria y que los occidentales no logramos hacer enceguecidos por la zanahoria de la recompnesa)
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