3 nenes chiquitos que son tuyos, tu bandada, tu jardín de cachorros
adorables y demandantes. La poca paciencia mezclada con el amor. Culpa. 14 días
de playa y sol. Sólo uno de apenas lluvia. Ninguna chance para la poesía del
gris y de la lluvia en el escenario de arena y mar.
Sueño cortado por pases de cama, por sueños, por miedo, por recuerdos,
por lecturas que conmueven o transforman.
Trabajo de ir y venir por dunas que exigen las piernas, que entrenan,
trabajo de atender como un sacerdote los ritos de esta trinidad exigente,
insaciable, tierna pero implacable. Trabajo de traer, llevar, de no olvidarse.
De aplacar, absurdamente a los gritos, amorosamente,
de educar sin educación, de formar en el difícil filo de la tolerancia, de ir
viendo cómo, salpicado todo de abrazos que bendicen el encuentro, la unión, la
existencia misma. Emoción imparable de sentir esos cuerpitos hermosos, suaves, necesitados, surgentes.
Ideas.
Sensualidad es percepción del detalle, detenida, morosa, onda expansiva
de los sentidos que se abren percepciones renovadas. Sensualidad, frente a otro
cuerpo o frente al mundo, no es apuro ni tensión, es abandono en lo que
aparece, selección inmediata de un camino en la abundancia, aceptación de sí
mismo y de lo dado.
Mucho con poco, no necesitar gran despliegue ni consideraciones,
captación de la riqueza inmediata de todo.
Que estos chiquitos son hombres explotando, que estos momentos son
chispazos, que se pierden, que llenan y después dejan paso a quien sabe qué,
que así debe ser. Que la tentación de la nostalgia del presente es al mismo tiempo una trampa y una conciencia reveladora, que hay que tenerla y que hay que tener cuidado con ella.
Que esperás hacerlo bien, que no pase nada feo, que no podés vivir
temiendo, que no es sano ni justo. Que las cosas salen bien, si uno las deja salir.
Recuerdos de cómo fue en el pasado, cuando el nene era uno, que era
todo distinto. No había padres amantes sino pareja deshecha, que no aceptaba no
serlo. Que había otras cosas en mente. Amor, sí, hacia el nene, pero amor que
no se abría en tantos frentes. Amor que pudo unas cuantas cosas, que se agradece y se siente en las posibilidades propias, pero cuyos límites se lamentaron y se lamentan.
También saber que el no poder fue de uno, cuando ya más grandes siguió por su lado tal vez más de lo que hubiera sido lindo seguir, pero ya
está. Era necesario, era urgente, era imprescindible incluso para que haya años después la cercanía de los sentimientos aunque ya no de las presencias.
La pregunta, en otro plano, acerca de por qué esta vez parece que sí,
que puedo, como pude cada vez más desde hace tanto. Que tengo una tranquilidad
nueva, una paz segura y excitante, de dueño de mí, de paso firme, de idea
segura.
La seguridad es una posición lograda, no cerrazón sino punto de
partida. Poder superar estados de duda o de eterna problematicidad incierta. Ya no mirarse más de lo que mirarse conviene, avanzar en ver por sí mismo y no ser ya visto. Ser
un asesino serial de contratiempos, decidido anulador de contrariedades o problemas. Superador
permanente. Tener recursos, modos, ideas, palabras, para poder en cada frente
aportar un paso justo. Nada excesivo, nada deslumbrante, seguridad de ser y
poder. Poder sentir la excitación desafiante de un desarrollo que crecerá quien sabe hasta dónde.
Un fondo de tristeza por muertes importantes, que nunca dejarán de
serlo, padres, amigo, amigos. Hago el recuento, la lista de mis muertos, y son muchos.
No fueron idos por la injusticia ni por ninguna fuerza denunciable, hay que
bancar, es la vida, la misma que nos puso y que nos saca.
Ese fondo de no estar, esas compañías que ya no son tales, abrieron
mundos y tengo yo que continuarlos, por la mia, para mi y para los mios. No hay
esfuerzo, hay deseo, hay mucho por ver y por hacer, disfrutable. No se sale de
la herida desecho sino duro y abierto, duro y sensible. Los instrumentos
refinados no tienen por qué ser frágiles, no lo son, para generar tanta
sensibilidad es necesaria mucha fuerza. El caído padece pero no siente, se
siente al levantarse y seguir pudiendo. O al poder más que antes, más que
nunca, quizá precisamente porque es tanto lo perdido que pone luz en lo
existente, que se hace ganado, y seguirá creciendo hasta que se pueda. Nada te rescata del todo, pero tampoco hay ya esa necesidad de ser rescatado. Al menos no tan marcada.
(Texto para mi mismo, impúdicamente publicado, y parido con ayuda de
Jaroslav Seifert, “Toda la belleza del mundo”, bajado en http://ebiblioteca.org/?/autor/9967).