Gustar y ser gustado
Este artículo lo publiqué originalmente en Yahoo! Argentina en el 2011. Lo vuelvo a poner aquí porque ellos lo sacaron de su site.
Gustar y ser gustado
Iba en el auto y se me ocurrió esta
pregunta: ¿cuánto te gusta gustar? La anoté para desarrollar la idea, y ahora
encuentro el momento para hacerlo.
La primera respuesta sería, casi sonando
lógica, “mucho”. ¿Quién no quiere
gustar, ser apreciado, valorado, deseado, admirado, necesitado? El de gustar parece un basic, como
las remeras blancas.
Pero puede pensarse de otra manera. Si te
gusta mucho gustar, en vez de hacer lo que querés, en vez de vivir centrado(a)
en tu deseo, o en tu necesidad, le das demasiada entrada en tu plan íntimo a la
consideración externa.
Para decirlo de otra forma: si uno está
en contacto consigo mismo y sus necesidades y deseos, el factor “esto les va a
parecer bien” o “esto les va a parecer mal” pasa a un segundo o tercer plano.
No desaparece, porque los otros siguen presentes y son queridos y necesarios,
pero no son colocados por uno (ni se les pemite a ellos colocarse) en la
posición de evaluadores permanentes de los movimientos personales propios.
Podemos pensar a partir del caso de las
mujeres. Las mujeres, tradicionalmente más que los hombres se arreglan para gustar. No importa en este
punto si es mera cuestión de época o influencia circunstancial de la sociedad,
importa que esa forma existe y es aceptada y global. Sí, se dirá que los hombres
también tienen esa prestación, o que la tienen cada vez más, pero es innegable
que viven esta forma en un grado menor (y si la tienen en grado mayor, peor
para ellos, y para ellas).
Esa producción de belleza puede
ser esclavizante, si la mujer en cuestión queda poseída por la mirada del
hombre sobre ella. Pero es también un modo de expresión de su deseo, y puede no
generar obstáculo. En su forma casi ritual o espontanea no supone
necesariamente la presencia de alienación ninguna.
Es una prueba, para las mujeres y para todos: queremos gustar, pero si le damos demasiado valor a ese placer de gustar, desaparecemos.
Es una prueba, para las mujeres y para todos: queremos gustar, pero si le damos demasiado valor a ese placer de gustar, desaparecemos.
El que quiere gustar mucho, todo el
tiempo, no gusta a nadie. No es, no llega a ser. Se pierde.
El que quiere gustarse a sí mismo,
digamos, y oye los postulados de su deseo, su rumbo en la vida, termina por
gustar más, aunque haya descuidado esa variable. Vale para los hombres y para
las mujeres, claro.
Descuidar la variable de querer gustar
lleva a que uno pueda conocer sus móviles auténticos, su profundidad. Es como
si uno dijera: después veo a quien le gusto, por ahora adopto la forma más
valiosa, mia, sentida, hasta podríamos decir inevitable.
Otra manera más de decirlo: somos el
sujeto de nuestra vida o el objeto de la vida de otro (o de otros, imaginarios
o reales). Somos los que vivimos la aventura de nuestra vida, o somos actores
de reparto de la vida de otros. A veces se siente que ser de reparto es lo
único posible, porque hasta tal punto uno depende de la amorosa mirada externa
(con suerte, porque la mirada externa que nos genera dependencia puede, además,
ser reprobatoria). A veces uno siente que la sombra es la única posibilidad.
Pero no es cierto.
6 comentarios:
Muy interesantes tus ideas.
Que paradójico que todo lo que decís se aplique contrariamente a nuestros políticos -sobre todos los que usurpan cargos electivos y aquellos que son nombrados a dedo por ellos.
Ni gustan, ni quieren ser gustados (exceptuando la acumulación de $$$).
Es patético medir el divorcio que existe entre nuestra sociedad y esa casta. Cuando se miran al espejo, qué ven???
Saludos,
Roger
Me gustó mucho este artículo.
Muy valioso.
Cómo se puede tomar un texto tan rico, interesante y enriquecedor para re-pensar y, eventualmente, re-instrumentar la propia subjetividad, y transformarlo en un dedo acusador para la clase política a través de una mirada absolutamente externa, es un misterio para mí.... pero sucede.
Si, es un termino medio en mi opinion. A mi me encanta ser gustado, como a todo el mundo. El tema es que en ese buscar ser gustado, no nos olvidemos de nosotros mismos. Ahi esta el balance y el arte. Porque tampoco se puede decir que si nos gustamos a nosotros mismos es suficiente, eso no lo creo. Creo que ese extremo no es cierto. No alcanza con gustarse a uno mismo. Porque si yo me gusto a mi mismo pero no puedo entablar ninguna conversacion con nadie porque nadie me soporta, entonces me parece una vida muy pobre. El tema es el balance. Lo que a mi me sirve entender y recordar es que hay que hacer un esfuerzo para gustarle a los demas. Solo por uno ser como es, los demas no necesariamente te van a prestar atencion, especialmente esa gente que a uno le interesa que gusten de nosotros. Buen tema, me gustan como siempre los temas que tratas.
Cuando estas enamorado, estás en el horno, querés gustar y gustar, y si... ahí se da la paradoja.
Mi abuela de 84 años sufre de depresión hace muchos años gracias a haber vivido del ¨Que dirán¨ Ya no es joven, ni la mejor vestida, Ni la que tiene las mejores carteras, ni la que más viaja, tiene manchas en la cara y no sale a la calle para que no la vean. Cabe aclarar que vive en un pueblo y el pasatiempo predilecto de los pueblos es hablar de los demás. Tiene una negación con el paso del tiempo y los cambios en las costumbres. Ya no disfruta nada, ni siquiera de un día de sol. Va a una psiquiatra hace 4 años pero no ha mejorado en absoluto cada vez su reclusión es mayor. Acepto sugerencias para ayudarla.
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