Bob Marley
Una vez me consultaron de la revista Viva sobre Bob Marley y escribì esto, que aun sostengo:
Cuando uno pone reggae en un equipo de sonido el ambiente se
llena de calor y de palmeras, aunque estemos en invierno y en Buenos
Aires.
Al rato, cuando el efecto se hace más intenso, estamos
hipnotizados, vivimos en un vaivén rítmico como si fuéramos trencitos del
señor.
La música de lugares que desconocemos tiene el efecto de hacernos
sentir en una película. En el caso del Reggae la película transcurre en una
isla ondulante y de tiempo elástico.
El protagonista fundamental de tal alquimia es el
chico con cara trágica, con aire sufrido, Bob, que no parece en lo más mínimo
el marihuanero constante que era sino más bien el santo protagonista de una
cantata de Bach.
Y es lo que nos hace imaginar que en Jamaica el drama se vive con
felicidad, lo que debe ser falso.
Bob Marley fue, como Caetano, figura angular de una música capaz
de hechizarnos, pero con menos protagonismo narcisista, más perdido en la
propia gigantesca maraña musical que engendró.
Se hizo ciudadano del planeta, fecundó la música del mundo y
después se murió.
Su música actuó sobre nosotros como si el efecto hipnótico de sus
enormes cigarrillos de marihuana lograra emanar por los parlantes.
Es la prueba de
que el arte es materia cargada de intensidad.
Más de un argentino que no ha probado jamás ninguna droga se
mambea con esta música como si fuera un alucinógeno. Ese es un logro vital,
artístico, hermoso logro humano. Y saludable, además.
1 comentario:
Tan bakan que es llegar a casa y escuchar reggae a todo volumen, a mi siempre me sirve para salir de los bajones en los que de repente caigo.
Larga vida al reggae.
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