Leyes de la pareja, artículo completo
1) Toda pareja tiene sus momentos buenos y sus momentos malos.
Sí, una obviedad, pero es importante destacarlo, ya que es frecuente el idealismo que nos hace creer, cuando algún problema aparece, que la cosa se deterioró o mostró su hilacha, cuando en realidad la relación no hizo más que expresar su complejidad natural y legítima. Pareja sin problemas no es pareja, es representación de perfección, fingimiento asumido por temor a no poder con las cosas de la vida real. Una pareja que tiene problemas es cualquier pareja, todas, no un fracaso sino una realidad elemental. No hay que esperar que no haya problemas para ser feliz, la felicidad es un modo de tratar con los problemas, que permite superar muchos y tolerar otros.
2) Si los momentos malos son mayoría quiere decir que la pareja no funciona.
Cierta sensatez es necesaria. Que las relaciones no sean un mundo de acuerdo constante no quiere decir que todo deba ser tolerado. Las parejas funcionan cuando la pelea o el desacuerdo no se instalan como modalidades permanentes. Hay parejas a las que les pasa eso: dejan de ser relaciones capaces de dar felicidad. Justificar una cantidad enorme de momentos malos con la idea de que se trata de una etapa superable puede ser una manera de ocultar el miedo a avanzar y combatirlos. Una pareja que tiene muchos momentos malos puede elegir entre deshacerse o crecer, pero no debe amoldarse a la infelicidad.
3) Si la pareja repite problemas de parejas anteriores quiere decir que los involucrados no están logrando crecer.
El caso es clásico. Uno se separa por determinados problemas, que atribuye a la otra persona, y vuelve a armar, con una persona distinta, una situación similar. ¿Causa? Los problemas no eran derivados del otro sino de uno mismo. Esos conflictos son nuestra huella digital emotiva, y piden que nos hagamos cargo de una escena personal, por más que en ella actúen o hagamos actuar a otros. La repetición exige que uno sea capaz de cosas que hasta ese momento no fue.
4) Si la pareja no tiene alegría no tiene sentido
Sí, alegría. El amor no es un deber, un trabajo, un sacrificio, un compromiso. Alegría, disfrute, intimidad, placer, diversión. Lo que hace que las parejas se vuelvan plomas no es su duración, ni la “seriedad” del lazo, es algo que sucede en sus individuos. Cuando no hay placer y diversión, hay que rever la situación, darle vueltas a las cosas, disolver la pareja o subir la apuesta. Algo, pero no amoldarse al aburrimiento como si fuera una fatalidad ineludible.
5) La rutina en la pareja es mala sólo si no resulta placentera.
La rutina tiene mala prensa, se la supone negativa en todos los casos, pero en realidad sólo lo es si imprime a la realidad un carácter de frustración y aburrimiento. Si, por el contrario, la rutina representa lo que se disfruta, ella es una sucesión de felicidades enlazadas. El tema no es evitar ser rutinario, el tema es evitar las rutinas que se hacen por mera repetición de la costumbre.
6) Si lo que mantiene unida a la pareja es el miedo a separarse esa pareja es una apuesta pobre.
Winnicott, el psicoanalista inglés, cree que una prueba de la salud de una pareja es que ésta pueda hablar de su separación sin provocar el desfallecimiento de nadie. Parece una idea desamorada, pero es cierto que la mejor relación es la que no aparece a sus involucrados como una opción a la muerte sino como una elegida entre otras también posibles. Nadie rescató a nadie, nadie se salvó de nada, la relación no es un orfanato, es un amor entero. De esta percepción se deriva un romanticismo distinto, menos del tipo FM (sin ti mi vida carece de sentido), menos emocionalmente desvalido, y más vital.
7) Si los miembros de la pareja no están creciendo personalmente la pareja se encamina hacia futuros y grandes problemas.
La pareja que descuida o limita el crecimiento personal de alguno de sus miembros corre grandes riesgos. Nadie es todo para nadie, y cada uno debe tener bien instalado y desarrollado su mundo propio para que el encuentro funcione. Es más, este mundo propio tiene que estar moviéndose para adelante, evolucionando. Es muy común que una pareja padezca la frustración de alguno de sus miembros en relación con su aventura personal de vida, esa relación que cada uno tiene con el mundo en la que el otro ocupa saludablemente un segundo lugar.
8) Si en una pareja uno aparece como el neurótico y el otro como el curado es mentira.
No es verdad que de todo siempre tengan los dos la culpa, pero es cierto que nadie es maltratado dos veces si no se deja maltratar. Que una pareja juegue a que las cosas malas se deben a que uno de los dos es defectuoso y el otro no, es índice de una patología compartida. Suele tratarse de una situación extorsiva, dañina y generalmente falsa.
9) Si en una pareja se toleran muchas inadecuaciones de gustos y de ideas el lazo se debilita, se hace formal y no real.
No es que los dos tengan que pensar igual o gustar de lo mismo, pero si no se comparten ciertos sentidos fundamentales de la existencia la relación tiende a dejar de funcionar. Las parejas se fundan siempre sobre un acuerdo filosófico no necesariamente explicitado, sobre una visión del mundo compartida. Mantener la pareja a todo precio, aun cuando se vean las cosas de modo extremadamente distinto, suele tener que ver con el temor más que con las ganas de estar juntos.
10) Si en una pareja se pretende que todos los gustos o deseos lo sean de ambos, se está buscando un imposible y deteriorando la relación.
Tampoco hay que pecar por lo contrario: no en todo es necesario coincidir. En una pareja hay dos personalidades involucradas y es justo y necesario que cada una de ellas tenga sus formas. No es necesario deliberar para ver si Serrat es un genio o un boludo, a uno puede gustarle y al otro no.
11) Si una pareja cree que la felicidad de estar juntos no requiere de ningún esfuerzo se equivoca.
El esfuerzo no es el de “bancarse al otro”, sino el de tolerar los momentos de incomodidad y malestar asociados al desarrollo evolutivo emocional y compartido. Cada uno debe hacer frente a sus fantasmas en su camino de crecimiento, y estos son muchas veces encarnados por el otro. Si se carece de la capacidad de aceptar esas presencias problemáticas y de atravesarlas, no es posible vivir la intimidad.
Sí, una obviedad, pero es importante destacarlo, ya que es frecuente el idealismo que nos hace creer, cuando algún problema aparece, que la cosa se deterioró o mostró su hilacha, cuando en realidad la relación no hizo más que expresar su complejidad natural y legítima. Pareja sin problemas no es pareja, es representación de perfección, fingimiento asumido por temor a no poder con las cosas de la vida real. Una pareja que tiene problemas es cualquier pareja, todas, no un fracaso sino una realidad elemental. No hay que esperar que no haya problemas para ser feliz, la felicidad es un modo de tratar con los problemas, que permite superar muchos y tolerar otros.
2) Si los momentos malos son mayoría quiere decir que la pareja no funciona.
Cierta sensatez es necesaria. Que las relaciones no sean un mundo de acuerdo constante no quiere decir que todo deba ser tolerado. Las parejas funcionan cuando la pelea o el desacuerdo no se instalan como modalidades permanentes. Hay parejas a las que les pasa eso: dejan de ser relaciones capaces de dar felicidad. Justificar una cantidad enorme de momentos malos con la idea de que se trata de una etapa superable puede ser una manera de ocultar el miedo a avanzar y combatirlos. Una pareja que tiene muchos momentos malos puede elegir entre deshacerse o crecer, pero no debe amoldarse a la infelicidad.
3) Si la pareja repite problemas de parejas anteriores quiere decir que los involucrados no están logrando crecer.
El caso es clásico. Uno se separa por determinados problemas, que atribuye a la otra persona, y vuelve a armar, con una persona distinta, una situación similar. ¿Causa? Los problemas no eran derivados del otro sino de uno mismo. Esos conflictos son nuestra huella digital emotiva, y piden que nos hagamos cargo de una escena personal, por más que en ella actúen o hagamos actuar a otros. La repetición exige que uno sea capaz de cosas que hasta ese momento no fue.
4) Si la pareja no tiene alegría no tiene sentido
Sí, alegría. El amor no es un deber, un trabajo, un sacrificio, un compromiso. Alegría, disfrute, intimidad, placer, diversión. Lo que hace que las parejas se vuelvan plomas no es su duración, ni la “seriedad” del lazo, es algo que sucede en sus individuos. Cuando no hay placer y diversión, hay que rever la situación, darle vueltas a las cosas, disolver la pareja o subir la apuesta. Algo, pero no amoldarse al aburrimiento como si fuera una fatalidad ineludible.
5) La rutina en la pareja es mala sólo si no resulta placentera.
La rutina tiene mala prensa, se la supone negativa en todos los casos, pero en realidad sólo lo es si imprime a la realidad un carácter de frustración y aburrimiento. Si, por el contrario, la rutina representa lo que se disfruta, ella es una sucesión de felicidades enlazadas. El tema no es evitar ser rutinario, el tema es evitar las rutinas que se hacen por mera repetición de la costumbre.
6) Si lo que mantiene unida a la pareja es el miedo a separarse esa pareja es una apuesta pobre.
Winnicott, el psicoanalista inglés, cree que una prueba de la salud de una pareja es que ésta pueda hablar de su separación sin provocar el desfallecimiento de nadie. Parece una idea desamorada, pero es cierto que la mejor relación es la que no aparece a sus involucrados como una opción a la muerte sino como una elegida entre otras también posibles. Nadie rescató a nadie, nadie se salvó de nada, la relación no es un orfanato, es un amor entero. De esta percepción se deriva un romanticismo distinto, menos del tipo FM (sin ti mi vida carece de sentido), menos emocionalmente desvalido, y más vital.
7) Si los miembros de la pareja no están creciendo personalmente la pareja se encamina hacia futuros y grandes problemas.
La pareja que descuida o limita el crecimiento personal de alguno de sus miembros corre grandes riesgos. Nadie es todo para nadie, y cada uno debe tener bien instalado y desarrollado su mundo propio para que el encuentro funcione. Es más, este mundo propio tiene que estar moviéndose para adelante, evolucionando. Es muy común que una pareja padezca la frustración de alguno de sus miembros en relación con su aventura personal de vida, esa relación que cada uno tiene con el mundo en la que el otro ocupa saludablemente un segundo lugar.
8) Si en una pareja uno aparece como el neurótico y el otro como el curado es mentira.
No es verdad que de todo siempre tengan los dos la culpa, pero es cierto que nadie es maltratado dos veces si no se deja maltratar. Que una pareja juegue a que las cosas malas se deben a que uno de los dos es defectuoso y el otro no, es índice de una patología compartida. Suele tratarse de una situación extorsiva, dañina y generalmente falsa.
9) Si en una pareja se toleran muchas inadecuaciones de gustos y de ideas el lazo se debilita, se hace formal y no real.
No es que los dos tengan que pensar igual o gustar de lo mismo, pero si no se comparten ciertos sentidos fundamentales de la existencia la relación tiende a dejar de funcionar. Las parejas se fundan siempre sobre un acuerdo filosófico no necesariamente explicitado, sobre una visión del mundo compartida. Mantener la pareja a todo precio, aun cuando se vean las cosas de modo extremadamente distinto, suele tener que ver con el temor más que con las ganas de estar juntos.
10) Si en una pareja se pretende que todos los gustos o deseos lo sean de ambos, se está buscando un imposible y deteriorando la relación.
Tampoco hay que pecar por lo contrario: no en todo es necesario coincidir. En una pareja hay dos personalidades involucradas y es justo y necesario que cada una de ellas tenga sus formas. No es necesario deliberar para ver si Serrat es un genio o un boludo, a uno puede gustarle y al otro no.
11) Si una pareja cree que la felicidad de estar juntos no requiere de ningún esfuerzo se equivoca.
El esfuerzo no es el de “bancarse al otro”, sino el de tolerar los momentos de incomodidad y malestar asociados al desarrollo evolutivo emocional y compartido. Cada uno debe hacer frente a sus fantasmas en su camino de crecimiento, y estos son muchas veces encarnados por el otro. Si se carece de la capacidad de aceptar esas presencias problemáticas y de atravesarlas, no es posible vivir la intimidad.
1 comentario:
Excelente, Alejandro!!! Como siempre resumiendo tan bien los complejos aspectos de la naturaleza de las relaciones humanas y dando una visión ni negra ni rosa: equilibrada(para mi gusto) Un placer leerte!
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