Todos los políticos son conservadores
Los políticos son conservadores en su generalidad, porque están mirándose entre ellos, jugando según las reglas clásicas un juego que está perdiendo a uno de sus jugadores principales: la gente.
Es cierto que es el país mismo el que es conservador, porque teme al cambio y no se da cuenta de que la solución a sus problemas, o mejor dicho el camino del crecimiento, tiene que ver con inventar nuevas formas de vivir y no con ganar en un juego viejo, vencido, que ya no existe.
El político que se de cuenta de que no tiene que pensar en los demás políticos sino en llegar a la gente, el que tenga un deseo de hacer algo con el país, se queda con todo.
La política parece deshabitada porque no se termina de sacar las consecuencias de los cambios. Se cree que la crisis deterioró el juego, cuando lo que hizo en realidad es fundar una nueva realidad, tal vez más poderosa e interesante que la anterior. ¿Estamos a la altura de ese cambio?
La gente está disponible. No para un discurso político clásico, pero sí para una convocatoria que aluda a la vida concreta, a la posibilidad de mejorar esa vida, a ideas que muestren que la realidad es plástica y puede cambiar, para mejor.
La política está retrasada respecto de muchos campos de experiencia que sí saben buscarle la vuelta al cambio: la producción, las empresas, internet, la nueva moral, las relaciones humanas, etc.
Culpar a la oposición es incorrecto: es la política entera la que tiene dificultades en dar los pasos necesarios para cambiar el juego. Pero no todos andan tan descaminados, hay políticos que parecen entender que para lograr otros resultados, hay que hacer otras cosas.
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