Empieza así:
El individuo existe desde hace relativamente poco tiempo en la historia humana. Sí, claro, siempre la vida fue vivida desde la perspectiva de un ejemplar humano que nacía y moría solo, digamos, pero desde hace no muchas décadas empieza a prestarse cada vez más atención a lo que cada uno de nosotros trae como propio y único y, sobre todo, a entenderse que cada uno de nosotros, como animal perfecto que es, tiene en su cuerpo el eje fundamental de su propia existencia.
Individuo es el que vive desde sí y para sí, el que se pregunta "qué quiero" y no ya "qué debo". Esa diferencia es fundamental y explica la cuestión:
Qué debo quiere decir: qué misión o trabajo debo cumplir para la conveniencia general, qué forma tengo que adoptar para resultar meritorio y virtuoso, para ser querido y aceptado; qué orden emana del mundo para mí, dónde debo encajar, a qué debo acomodarme. Se realiza la pregunta buscando un saber externo que organice eso que soy, porque si no obtengo indicaciones objetivas no alcanzo existencia plena.
Qué quiero, en cambio, quiere decir: de qué tengo ganas, qué me llevaría a ser una persona lograda y completa, qué requiere mi sensibilidad para expresarse plenamente, cómo alcanzo mi forma propia de satisfacción y sentido, cuál es el contenido de mi felicidad, cuáles son las tareas que me llevan a crecer y a desarrollarme, qué camino siento importante y válido, qué hay en mí por desplegar, cómo me vuelvo real.
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