El combate contra la memoria

Uno de los argumentos preferidos de los colgados de la memoria es la idea de que no acordarse de los horrores pasados hace que el presente esté determinado por el horror inconsciente. Me parece que el grupo de los memoriosos está, ese grupo y no la sociedad entera, dominado por el miedo. El pretexto de hacer memoria puede ser una manera de justificar la inmovilidad vital, objetivando el horror del pasado como una amenaza para el presente. Se sienten amenazados, pero esa amenaza no es una emoción válida para todos, ni una esencial en todas las sensibilidades.

La experiencia pasada determina el presente, es verdad, pero no se trata de que por ese horror padecido hoy en día haya consecuencias nefastas. Ese horror padecido produjo consecuencias buenas, que hoy disfrutamos: la democracia, la ausencia de violencia política, la visión de la política como un campo de relativa o escasa utilidad (lo que hace que la gente -joven- prefiera vivir su vida a darla por una causa), etc. Las guerras y las catástrofes -incluso las separaciones en las vidas personales, o los duelos-, suelen ser experiencias terribles y provocan emociones duras, pero producen luego avances notables. No se trata de desear la guerra, pero al menos tenemos que tener afinada la percepción para evaluar cuales resultan ser las consecuencias reales de las cosas sucedidas.

La pobreza que hoy padecemos no es resultado de que aquella lucha de los setenta se haya perdido, como dicen los que miraban con buenos ojos a aquellos luchadores idealistas, sino de transformaciones del mercado del trabajo y la producción que hoy existen en todas partes. Tal vez, si en vez de usar los ojos de la nuca y estar tan asustados hiciéramos uso de la creatividad y fuéramos capaces de mayor inteligencia hoy tendríamos una argentina mejor.