El destino es la neurosis
La idea puede tener sus bemoles, pero me resulta muy orientadora y ha sido muy útil en mi vida. Es esta: la percepción de la presencia de un cierto destino en la vida personal es en realidad una prueba de la falta de intervención que uno tiene en su realidad. Decir, pensar o sentir, que la propia vida tiene lo que podríamos llamar un guión prefijado no es algo que tiene que ser sometido a la prueba del error (preguntándose por ejemplo si es cierto o no es cierto), tal perspectiva lo que hace es expresar una severa limitación de la iniciativa.
¿Lo dije muy difícil? Pruebo otra vez: en el momento en que decimos que estamos destinados a un determinado tipo de vida (o de relaciones, o de trabajos, o de lo que sea) no estamos dando cuenta de una realidad sino simplemente poniéndonos al margen de la posibilidad de dar forma a nuestra vida. Creer en el destino puede ser una forma de preservarse de la necesidad de tomarse el trabajo de hacer ciertas modificaciones.
La concepción del destino, la idea de que hay cosas que están escritas, es contraria a la libertad desde la que podemos dar forma a nuestra existencia. Uno no puede, evidentemente, elegir todo en su vida, pero la diferencia entre sentir la determinación del destino o la aventura de armar lo que uno quiere es de todas formas muy evidente.
La neurosis es precisamente un estado de incapacidad, un sentimiento de falta de intervención en la vida. Es verdad que no puede eliminarse completamente, pero sí puede reducirse mucho, de manera de que uno se vuelva muy capaz para producir su felicidad posible.
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