Cell, de Stephen King
Cada vez que leo un libro de Stephen King me siento deslumbrado y también aterrado, por dos cosas: porque sus historias me dan miedo y me hacen soñar cosas tremendas (esta vez me pasó menos, se ve que estoy más grande), y porque su tono frio ejerce una influencia psicotizante. También es aterrador su nervio de narrador, su inmersión en las situaciones que imagina y creo que padece.
Son fantasías, pero tienen sentido: ¿qué es este líquido gélido que me cae por la espalda y baña también mi brazo izquierdo? El mundo vacío de S. King, su sensibilidad morbosa. Me hace acordar al Picasso que describe la griega en su biografía, un tipo que torturaba la forma y saciaba su sed de mal. Este tiene un problemita parecido, gusta de sembrar el miedo, de imaginar cosas que hielan la sangre. Cada uno es cada uno.
Pero King tiene también humor, creo que se lo toma con soda, y es muy vital, casi un adolescente disfrutando de su temblor aterrado.
La foto que ilustra la contratapa del libro es prueba de su sentido del humor. Tal vez toda su obra sea en el fondo humorística, un juego para tener miedo, nada grave si no fuera porque guardamos en el sótano de nuestra personalidad miedos enterrados que quieren volver a vivir...
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