En realidad yo no voto a Obama porque no soy ciudadano americano. Ni siquiera entiendo bien la política de ese país. Pero le pedí a mi amigo Taos Turner, obamista entusiasta, que me respondiera las dos preguntas claves: ¿quién es Obama? y ¿por qué votás a Obama?
A continuación, las respuestas (tiene algunos errores de redacción -que preferí respetar, ya que le dan tono al texto-, porque Taos escribe muy bien en su idioma, pero no domina la redacción en el nuestro, al que sin embargo habla súper bien):
¿Quién es Barrack Obama?
Nacido en Hawaii en 1961, hijo de un Keniense (Barack Obama Senior) y una madre de Kansas (Ann Dunham), Barack Obama se criaba en una casa atípica para un estadounidense.
Sus padres se conocieron como estudiantes en el Centro Oriente-Occidental de la Universidad de Hawaii. Se divorciaron cuando Barack tenia apenas dos años, pero poco después Ann se casaría de nuevo con otro estudiante, un hombre de Indonesia y los tres se mudarían a Yakarta, en donde Obama fue al colegio primario hasta los 10 años. Luego, Obama volvería solo a Hawaii en búsqueda de una mejor educación y allí permaneció hasta que se mudó a la ciudad de Nueva York para obtener su licenciatura en ciencias políticas en la Universidad de Columbia. Con el título en la mano, se mudó a Chicago para desempeñarse como asistente social y colaborar en el desarrollo de comunidades de bajos recursos. Luego de su experiencia en Chicago, decidió que era necesario crear nuevas leyes para constituir un cambio y comenzó con la carrera de Derecho en la Universidad de Harvard. En los prestigiosos pasillos de esa facultad, Barack se convertiría en el primer presidente negro de la Harvard Law Review. Una vez graduado, regresó a Chicago para trabajar como abogado de derechos civiles y profesor de ley constitucional en la Universidad de Chicago.
Fue en su trabajo donde conoció a Michelle Robinson, su jefe, quien también había estudiado en Harvard. Se casaron al poco tiempo. Barack, cuyo nombre significa “bendición” en Swahili, fue eligido después como senador estatal. Ocupó ese puesto durante 8 años antes de convertirse en senador nacional en el 2004. Es autor de dos libros que han recibido buena crítica tanto por su contenido como por su prosa. A diferencia de otros políticos, el escribió sus propios libros. Otros datos: es Cristiano. Su segundo nombre es Hussein. Tiene 2 hijas: Malia, 9, y Sasha, 6. Altura: 1.87cm, esbelto. Su abuelo en Kenyia trabajaba con ovejas y su abuelo norteamericano fue un obrero que luchó en la Segunda Guerra Mundial.
Porqué Voto Por Barack Obama
A veces me pregunto si la política en la Argentina no madurará realmente hasta que la generación de políticos impactados por la Guerra Sucia haya dado un paso al costado. Las cicatrices profundas difícilmente se curan completamente y el estrés postraumático, especialmente del tipo vivido por una generación entera, cauteriza lentamente. El estrés, el enojo, la hostilidad y el resentimiento asociado con el intenso combate político puede durar años, sino décadas. Puede afectar negativamente la forma en que la gente piensa e interactúa. Puede fomentar la desconfianza y hacer que la gente sospeche de sus prójimos en lugar de confiar en ellos.
En este sentido, aunque en mucho menor grado, la política en los Estados Unidos se ha debilitado marcadamente por las batallas personales y políticas de una generación de políticos que se formó durante los tumultuosos años de la Guerra de Vietnam. Esta generación se caracteriza en parte por la presidencias contrastantes de Bill Clinton y George W. Bush. Cada uno interpreta las necesidades y intereses del país a través de la perspectiva de la “Generación Baby Boom”, cuya maduración política ocurrió cuando ésta fue caracterizada no tanto por su atmósfera de colaboración como por su estilo agresivo de llevar acabo el combate político. Tanto los Bush como los Clinton ven las sucias maniobras políticas como una legítima y a veces necesaria manera de gobernar y ganar elecciones. Las dos familias han apelado al miedo y ataques personales como herramientas para convencerle al pueblo que apoye ciertas candidaturas, ideas o medidas.
Pero después de tantos años de ver a estas dos familias en la Casa Blanca – años conocidos tanto por el escándalo como por el progreso – muchos estadounidenses se han cansado del estatus quo y han perdido su fe en la política. La encuesta Harris del año 2005 reveló que sólo el 8% de los estadounidenses confía en los partidos políticos mientras que sólo el 27% confía en el gobierno. Esta pérdida de confianza se ha exacerbado por la mendacidad e imprudencia del gobierno de Bush. Empeorando la cosa, la política en los EEUU se ha convertido en gran medida en nada más que una batalla de “sound bites”, donde los encuestadores determinan qué es los que dicen (y cómo y cuándo lo dicen) los políticos. Ya pasaron a la historia los días en que los grandes legisladores – políticos creativos y colaborativos - eran la mayoría en el Congreso. Se han reemplazado por soldados partidarios que piensan y actúan más como robots programados que lideres eficaces y originales.
La política estadounidense se ha transformado en algo personal en lugar de algo profesional, algo emocional en lugar de algo racional y algo acrimonioso en lugar de algo respetuoso. Las guerras políticas, el marketing y el pensamiento al corto plazo han reemplazo el diálogo profundo, el debate genuino y el pensamiento a largo plazo. Demasiado tiempo se pasa anotando puntos y tomando nota de quien está arriba o abajo en las encuestas. Son pocos los políticos que profundizan el debate político por decir cosas que podrían considerarse impopulares. En cambio, los políticos dicen lo que creen que la gente quiere escuchar. Apuntan a pacificar en lugar de liderar. Se han vuelto esclavos de las encuestas y al consejo de sus consultores. Tanto es así que han perdido la capacidad de pensar por su propia cuenta. Tienen miedo de ser honestos con sus constituyentes. Confiar en las encuestas pero desconfían en juicio de la gente. Esto, en parte, es lo que está mal con la política en los EEUU. Y por esto, en parte, estoy apoyando la candidatura de Barack Obama.
Obama promete cambiar el clima político en los EEUU. Es conocido por su candor, su madurez y su juicio. Es un pensador y es alguien bien equilibrado. Cuando dicen que le falta experiencia, Obama suele decir que el juicio es más importante que la experiencia, y hasta cierto punto tiene razón. (El gabinete de Bush ha sido uno de los más experimentados de la historia moderna, pero esto no impidió que la administración fuera una de los peores.) Obama confía en la gente y en su juicio. Le gusta hablar directamente con la gente. Está abierto con la prensa porque piensa que es la mejor manera de comunicar con la gente y asegurar que hay transparencia en la relación que tiene con los ciudadanos. Como Obama confía en la gente y su capacidad intelectual, no le tiene miedo a la hora de hablar de temas sensibles y difíciles. No teme proponer ideas que serían controvertidas.
Habla poéticamente sobre medidas políticas que tomaría, sobre el sueño americano y los serios problemas que enfrenta el país. Eleva el dialogo político y por eso inspira a la gente de cualquier raza, edad, religión o predilección partidaria a involucrarse en la política. Donde Bush y Clinton inspiraron a la gente a ser partidarios, Obama parece inspirarle a gente a ser activistas no-partidarios. Hay aquí una diferencia importante. El partisano pone los intereses del partido arriba de los del país. Ve la política como un juego “zero-sum”, donde si gana una persona, necesariamente tiene que perder otro. El no-partisano pone los intereses del país arriba de todo. Piensa que si uno avanza, todos avanzamos. Cree en el trabajo de equipo y en compartimiento del crédito.
Obama habla elocuentemente acerca de nuestros lazos comunes, las cosas que nos unen. Apela a nuestras grandes esperanzas, nuestros sueños y aspiraciones, en lugar de nuestros miedos, rencores y prejuicios. Proviene de una generación que no ha sido teñida por las peleas del pasado. Es, de alguna manera, pos-partidario. Donde otros hablan con orgullo de ser “conservador” o “progre”, Obama habla simplemente de la importancia de ser “estadounidense”. No de soluciones conservadoras o progresivas, sino habla, simplemente, de soluciones. Además, su tono es respetuoso. Puede desacordar sin ser desagradable. Hace poco Obama elogiaba al Senador Republicano John McCain, que sería su rival en la elección presidencial. “Es un gran héroe americano”, dijo Obama. “Merece el respecto de la nación”. Esta alabanza no fue sólo una jugada política inteligente, fue una genuina expresión de admiración por alguien que ha dedicado su vida al servicio de la patria.
Un político inferior sólo hablaría despectivamente sobre semejante rival. Pero Obama sabe que la política negativa y zero-sum sólo puede conducir a soluciones negativas zero-sum. La política estadounidense necesita mucho este tipo de enfoque. El estilo positivo y colaborativo de Obama puede mejorar el clima político, fortalecer la confianza en el liderazgo estadounidense y aumentar la confianza en los propios políticos. Esto, en cambio, podría facilitar la tarea que tendrá el próximo gobierno de encontrar soluciones no-partidarias a los grandes problemas diarios. Como los Argentinos, los estadounidenses quieren soluciones, no peleas partidarias. A la gente no le importa si una idea es Republicana o Demócrata, sólo quiere que la idea sea buena. Si el próximo presidente siente la necesidad de adueñarse de todas las buenas ideas, es mucho más probable que logre convertirlas en soluciones concretas.
Si gana la interna Demócrata y la elección en Noviembre, Obama tendrá una increíble oportunidad. La gente desea inspirarse, quiere un líder autentico, en quien pueda confiar y creer. La transparencia es un componente fundamental de la confianza, y Obama parece ser transparente. Su transparencia se contrasta con la falta de ella en los Bush y los Clinton, quienes han apelado numerosas veces a tácticas legales para ocultar información al público. Hillary, por ejemplo, ha rehusado detallar su situación personal financiera y niega publicar los documentos relacionados a sus ocho años de trabajo en la Casa Blanca. ¿Por qué? Quizás no tiene nada que ocultar. Pero la decisión de no contestar este tipo de interrogante genera más desconfianza en la política. Y esto conduce a la apatía y el cinismo. Obama ya hizo pública su historia financiera.
En lo interno, las propuestas de Obama no difieran radicalmente de las de Hillary. Los dos han ofrecido planes detallados para encarar los desafíos que enfrenta al país. Han dicho qué harían para reconstruir una infraestructura que esta envejeciendo, fortalecer la economía, reestablecer la disciplina fiscal, reformar el caro y vergonzosamente inaccesible sistema de salud, mejorar la educación, invertir mejor y más en ciencia y tecnología, combatir el cambio climático y desarrollar nuevas fuentes de energía renovable.
En cuanto a las relaciones internacionales, Obama es el único candidato que dice que se juntaría y hablaría con los “enemigos” del país (Ahmadinejad, Kim Jong II, Hugo Chávez, etc.). En este sentido, el enfoque de Obama es novedoso. El entiende que EEUU precisa cambiar su política exterior y mejorar su imagen en el mundo. Sabe que esto requiere que EEUU hable abiertamente, honestamente y respetuosamente con sus amigos, y sus enemigos. Ya llegó la hora de terminar con la el estilo unilateral de Bush y Obama parece ser el candidato mejor preparado para hacer esto. Obama, más que nadie, está mejor posicionado para reestablecer la credibilidad de EEUU en el mundo.
Esto es más cierto en el Medio Oriente que en cualquier lado. ¿Quién mejor que un presidente negro llamado Barack Hussein Obama, cuyo padre era musulmán, para negociar un fin de guerra en Irak? Obama se opuso firmemente a la guerra desde el principio, aun cuando no era popular oponerse. Hillary Clinton y McCain votaron por la guerra, cosa que podría hacer que algunos en el Medio Oriente sospechen de sus motivos si llegan a la Casa Blanca. Por oposición con Obama podría fortalecerse la negociación acerca del retiro de las tropas. La reputación de los EEUU en el mundo ha empeorado mucho desde el 11/9, y aunque esto no es del todo razonable, muchas de las criticas son legítimas. Y mientras que casi cualquier candidato podría mejorar la política exterior de los EEUU, no hay nadie mejor posicionado que Obama, en parte porque quién es y en parte por lo que haría como presidente.
La popularidad que tiene Obama en los EEUU y en el exterior es llamativa. Ha inspirado a millones de votantes en los EEUU a involucrarse en la política. Sus discursos a veces atraen más de 20,000, incluyendo a jóvenes estudiantes y minoridades que nunca votaron. Más de 920,000 personas han donado dinero (en pequeñas cantidades de US $5 o más) a su campaña. Lo tratan como un Rock Star. Este entusiasmo se basa un poco en la capacidad que tiene Obama de inspirar y generar pasión. Sus discursos pueden llegar a ser hasta poéticos, tanto es así que a mucha gente se le pone piel de gallina. Los discursos inspiran y generan en la gente ganas de actuar y participar. Generan ganas de creer en uno mismo, en sus prójimos y en sus líderes.
Obama es un fenómeno poco común. Hace décadas que EEUU no tiene un líder capaz de generar tanto entusiasmo. Hillary, quien es comparativamente aburrida ante el público, critica a Obama por su retórica vacía. “Son sólo palabras pero sabemos que las palabras son baratas,” dice. ¿Pero qué es un líder que no puede inspirarle a la gente a aspirar por más – a hacerle pensar que puede lograr lo que antes pensaba que no era posible? ¿Un mero gerente? ¿Un mero administrador? Por bueno o malo, EEUU sigue siendo el país más poderoso del mundo, y por esto necesita un liderazgo verdadero. Tiene grandes problemas. Precisa el tipo de liderazgo que conduce a las persona a cuestionar sus suposiciones acerca de qué es posible y deseable. Necesita un liderazgo capaz de inspirarle a pensar distinta y creer que puede logar lo improbable. ¿Un país anímico y desconfiado sería capaz de liderar el mundo hacia una solución al calentamiento global?
Por supuesto que Obama podría desilusionarnos. (George W. Bush se postulaba como un alguien que iba a recortar los gastos del estado y “conducir una política exterior humilde”.) Obama parece ser demasiado escéptico a los tratados de libre comercio y podría darle demasiado poder a los sindicatos. También podría imponer impuestos que atentarían contra nuevas inversiones y el ya debilitado crecimiento económico. Y por más atractivo y elocuente que sea, todavía no sabemos con certeza como sería como presidente, sintiendo toda la presión de las demandas constantes de esa oficina. Tampoco sabemos si realmente sería un presidente abierto y no-partidario, como promete. Finalmente, Obama es un ser humano, capaz como todos de equivocarse y de perder el enfoque. A veces nuestras esperanzas son mal puestas. Y puede ser que mi apoyo a favor de Obama se base más en lo que yo espero que él sea que en lo que ya es. Pero votar casi siempre es un acto de fe, y hay buenas razones para poner fe en Obama. En el último análisis, deberíamos siempre guiarnos por lo que esperamos lograr y no por lo que tememos que no podemos.
El próximo presidente debería restaurar la confianza en el gobierno estadounidense, tanto en los EEUU como el exterior. Esta no es una tarea sencilla. Esa restauración y la creación de un clima que incentiva al diálogo, el trabajo en equipo y la colaboración serán dos de las tareas más importantes para el próximo presidente. La persona mejor posicionada para hacer esto parece ser Obama - por lo que es, por donde proviene, por sus creencias y por sus capacidad de inspirarle a otros a creer en sí mismos. La gente quiere creer en sí misma y en sus líderes. Más que nada, quizás, quiere poder creer en la grandeza de su país. Más que los otros candidatos, Obama parece ser capaz de generar esa confianza y entusiasmo. No son las palabras de Obama que importan. Son la fe y la confianza que inspiran esas palabras que importan. Obama es un ejemplo vivo del sueño americano, una prueba de que ese sueño sigue siendo accesible para aquellos dispuestos a trabajar lo suficiente para lograrlo. “Estoy pidiendo que confíen,” dice Obama, “no sólo en mi capacidad de cambiar Washington. Estoy pidiendo que confíen en la suya.” ¡Vamos Obama!
Si alguien se pregunta acerca de la relación entre la imagen que puse para ilustrar este posteo y el texto de Taos quiero decirle que no hay ninguna: me gustó y la puse. Homenaje a la capacidad sobresaliente de nuestros amigos del norte.
Link: Blog de Taos Turner (The Argentine Post)