Ganas de vivir

Los conceptos ayudan a elaborar sentidos, al menos desde el relativamente limitado y relativamente poderoso ámbito de la consciencia. (El pensamiento, dicen los investigadores, no sucede en palabras. Ellas representan una capa menor del gran caldo elaborativo que se da en magnitudes de energía corporal).

A mí la idea de las “ganas de vivir”, parienta de la del “entusiasmo”, me parece sensacional. Logra transmitir, permite hacer sensible, lo que podemos identificar como más deseable, la situación de salud, la mejor posición vital. No creo que se trate en la vida de buscarle la vuelta a todo por el lado del “bien”, de la justicia, la racionalidad, el orden, la seriedad.

Creo que hay que entender que el impulso por ordenar la realidad está destinado a fracasar, que no hay posibilidades de implementarlo de manera exitosa y final. Es más, no vinimos para eso, no es verosimil ni posible. Y creo que, por el contrario, centrándonos en panoramas emocionales como los que señalan las ideas de “ganas de vivir” o de “entusiasmo”, se logra incentivar la producción de hechos positivos tanto en la vida personal como en el escenario social de manera más eficaz que si uno se encamina por el lado del “bien”.

De donde surge, sí, una especie de política algo hippie, a mi gusto por eso más valiosa, uno de cuyos objetivos básicos es la desneurotización de la sociedad, paso imprescindible para despejar las tinieblas de la inhibición y la victimización. Sin desneurotización no hay crecimiento: ¡terapias ya!

(Increíbles los Chagall que aparecieron esta semana en el catálogo de Shoteby´s).