Hablar por la calle
Hay personas que hablan por la calle con cualquiera, preguntan, intervienen, comentan. Hay otros, más contenidos, que se reservan esa floración espontánea de pensamientos para sí mismos. Formo parte del primer grupo, y me gusta la sensación de fluir en medio del cuerpo cívico que se tiene cuando uno intercambia libremente con sus otros eventuales.
Ese efecto de prolongación de uno en cualquiera me parece una cualidad valiosa de la convivencia en la ciudad. Y lamento que muchas veces el motivo de la comunicación sea la queja o el automatismo crítico, como si la única opción para entenderse al pasar fuera putear a algo que no anda o a aludir a presuntos responsables de la propia incapacidad.
No me parece mal que los comentarios sean, en cambio, sobre el clima. Suele verse con malos ojos esa tendencia a decir cosas sobre el tiempo, como si hubiera que aprovechar un encuentro en el ascensor con el vecino para hablar de la reconsideración que la historiografía del siglo XIX supo hacer de la edad media. A mí me parece que comentar la situación meteorológica es como empezar el contacto por lo básico: dos cuerpos que reconocen el hábitat que comparten y su constante transformación.
7 comentarios:
Un tema el ascensor, a veces hago el primer comentario, a veces me callo esperando, el silencio en un metro cuadrado es horrrrrible!!!!!
Que copado lo que decis!
Eloy
dicen que es muy dificil comunicarse para las personas que viven en lugares donde el clima no cambia.
En mi caso la verborragia espontanea es por una timidez EXTREMA contra la que combato dia a dia! no solo en el ascensor, en el taxi, en la parada del colectivo, etc...
Me pasa y siento lo mismo que vos en este tema.
Me hace pensar en lo que dice Pablo Fernández sobre la conversación, la conversación es para ser, para sí misma, para hacer contacto; yo no hablo mucho por la calle, prefiero complicarme, por ejemplo, buscando una dirección, pero me encanta responder al que preguna, y conversar con el extrovertido.
Todo comienza con una sonrisa y ya se abre el diálogo, acerca de lo que sea. Desde que me acuerdo me encanta la gente y, aunque a veces mis hijos o mis amigos me cargan, me encanta comunicarme y compartir este asombro misterioso que es la existencia, con cualquier persona desconocida, incluso con algún perro, que si le hablo me mueve la cola y me sonríe.
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