Ideas dominantes I
"Con frecuencia se subestima el efecto del dominio de las ideas antiguas y aparentemente adecuadas. Se supone que una idea antigua debe considerarse como un escalón útil hacia algo mejor hasta que ese algo aparezca. Esta política puede resultar práctica, pero puede inhibir el surgimiento de nuevas ideas.
Un ejemplo extremo del efecto de las ideas dominantes lo proporciona la enfermedad mental conocida como paranoia. La paranoia es fascinante porque en ella los poderes de razonamiento de la mente no se han deteriorado como en otras formas de enfermedades mentales. Algunas veces el poder de razonamiento parece incluso ser más agudo. La única anormalidad consiste en que el paciente está dominado por la idea de ser perseguido. Sin embargo, todo lo que sucede, ya sea trivial o remoto, se interpreta como si estuviera dirigido al paciente. La amabilidad hacia el paciente se considera como un intento siniestro por ganar su confianza con el objeto de destruirlo. Se supone que la comida esta envenenada. Los periódicos parecen estar llenos de amenazas en clave. No hay nada que no pueda ser interpretado de esta manera.
Las ideas dominantes no tienen que ser siempre tan obvias para ejercer una influencia poderosa y organizada en la forma como una persona piensa y enfoca un problema. Las ideas antiguas y adecuadas, como las ciudades antiguas y adecuadas, llegan a polarizar todo lo que las rodea. Toda la organización está basada en ellas, todas las cosas se refieren a ellas. En las afueras pueden producirse alteraciones menores, pero es imposible cambiar toda la estructura en forma radical y muy difícil desplazar el centro de la organización a un lugar diferente."
(capítulo 3 “El peligro de lo aceptado” de “Pensar bien”, de Edward De Bono)