Los desaparecidos no son héroes, son víctimas. Y no todos.
En mi libro Amor y país hay un capítulo sobre el tema de los desaparecidos. En la semana en la que el presidente propuso la idea de que los desaparecidos son héroes reproduzco aquí el texto de ese capítulo para introducir otros puntos de vista en la polémica.
Los desaparecidos no son héroes, son víctimas. De los temas delicados también hay que hablar, por más que parezca una herejía.
Ni el dolor ni la tragedia ni la monstruosidad de los hechos deben hacernos perder de vista la realidad a la que pertenecen. La muerte no es jamás un mecanismo de glorificación ni una prueba de verdad. Ni siquiera la muerte dada en forma atroz e injusta. La atrocidad del asesinato no se proyecta como corona de gracia sobre el que lo ha padecido, aunque esa muerte pueda trastornarnos más allá de nuestros límites.
Los desaparecidos es un concepto demasiado abarcativo. Es importante distinguir en él a aquellos que habían optado por la lucha armada, de aquellos que eran simples militantes políticos, de aquellos otros que no eran ni una cosa ni la otra, y que cayeron en el conjunto sin otra causa que la delincuencia ideológica de las bandas del terror. ¿Podemos saber la cantidad cierta de personas que formaban parte de estos subgrupos? Los desaparecidos que fueron activistas armados cayeron en la ley de la violencia por la que optaron y en la que decidieron también dar muerte. Sus familias pueden estar lógicamente afectadas por haberlos perdido, pero no debemos perder de vista que en sus planes estuvo también dar con violencia la muerte que terminaron recibiendo. Los militantes políticos no armados y aquellos que fueron muertos siendo ajenos a toda acción política forman parte de un mismo tipo de desaparecido, aquel sobre el que se cometió la mayor injusticia, las verdaderas víctimas. Sí, sus asesinos merecen lo peor, y si hubiera tenido el poder suficiente para aplicarla, la sociedad no debería haber descartado la aplicación de la pena de muerte a personas como Videla, Astiz o el Tigre Acosta.
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