miércoles, noviembre 09, 2005

Macri

Hace un par de semanas publiqué esta columna en la revista Noticias sobre el triunfo de Macri en la capital:

Más allá del prejuicio


La figura de Macri pone en cuestión muchos de los desactualizados conceptos sobre el sentido de la política. Es un hombre de fortuna que desea trabajar para el bien público (¿no puede ser cierto, no sucedió ya en la historia del mundo, muchas veces?); elige otro camino que el de su padre (sensibilidades apegadas a la tradición no están dispuestas a conceder la posibilidad de que uno haga su camino propio fuera del estilo familiar); no posee la fluidez seductora de la demagogia política (se denigra la demagogia pero no se da crédito a quien no sepa usarla); no suena ni huele a progresista, ni al resentimiento pseudo culto propio de ese estilo; no tiene formación ni tradición política; su carta de presentación es vulgar y popular –buen gestor de un club de futbol- (¿muchos políticos poseen capacidades de trabajo que permitan denigrar ésta?).


El "pensamiento" político lo mira con ojos de no pasarás, mientras los votantes que habitan el mundo real, transformado por el cambio vital de la época, van promoviéndolo a niveles cada vez más elevados de protagonismo. Para un universo de análisis medio idiota en el cual el mal aparece representado con la metafísica denominación de "la derecha" (cuco de la subnormalidad moral) Macri es el nuevo demonio a denunciar y temer. Para un electorado que quiere vivir, que quiere buscarle la vuelta al desarrollo, que quiere una política de trabajo, servicio y creatividad y no de vacíos principios morales reproductores de nuevas catástrofes, Macri es una oportunidad, algo a probar, no una fija pero sí el recurso de un deseo que no encuentra expresión fácil en el panorama nacional. La buena nueva: el "péguele a Macri" deja de ser una fórmula para parecer bueno, Macri pasa de ser un símbolo denigrable a ser una opción posible en el universo político.

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