Empieza así:
Aclaración: El autor de esta nota, cuando tenía 13 años, en 1973, participó de la toma del Colegio Nacional en el que cursaba primer año, el Bartolomé Mitre. Era militante trostkista, tanto como se lo puede ser a tan infantil edad, y formaba parte del movimiento contestatario propio de la época.
¿Está bien que los chicos tomen los colegios?
Desde el punto de vista del involucramiento de los adolescentes con la realidad podríamos decir que sí, que la toma de los colegios es una forma de participar, de llamar la atención sobre problemas aún no resueltos frente a los que es necesario ponerse en acción. También podríamos decir que esa participación podría adoptar formas más valiosas, que en vez de hacer el acostumbrado truco nacional de paralizar la realidad en forma abusiva (cortar calles es algo que se hace con excesiva ligereza en nuestro presente nacional, y es un ejercicio autoritario y desencajado del poder) podría generarse una participación responsable y con más conocimiento de la realidad.
Tal vez pedirle tal actitud a los adolescentes sea pretender demasiado, ya que el adolescente, en su natural inmadurez (equívocamente llamada "idealismo") suele tender a la queja más que a la acción, al reproche más que a la responsabilidad, a la exaltación más que a la eficacia. Vale aclarar que no está mal que sea así, que es parte del fenómeno natural de maduración, que lo que en este caso tal vez no es muy afortunado el equívoco de creer que la educación debe quedar en manos de quienes no están preparados para hacerse cargo de ella. Vale también recordar que los alumnos involucrados en la toma de los colegios son una minoría muy reducida respecto del alumnado en general.
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