Pregunta a Juan Zorraquín sobre el Papa y el Islam
Juan Zorraquín es un médico amigo mio, una de las personas más inteligentes que conocí, un hombre antiguo y pleno en su sensibilidad (no por eso de edad avanzada), cristiano de una manera clásica y a la vez moderna. Le plantee la siguiente pregunta para que me ayudara a entender:
¿Cómo analizás las cuestionadísimas declaraciones del Papa sobre el Islam?
El Papa, hablando en forma académica en claustro universitario, recordando sus años de profesor de teología, pronuncia una cita donde un emperador bizantino en el siglo catorce conversa con un gran califa y acusa, en ese contexto, a Mahoma, definiendo al Islam como una religión que no aporta nada bueno al mundo porque extiende su Fe con la espada.
La clase se da en Alemania coronando una gira en la cual ha dado otros discursos previos al anterior.
En ellos advierte al mundo Occidental que para la sensibilidad del mundo islámico es más intolerable e insolente el ateísmo secular que el Cristianismo en sí.
La reacción y el escándalo son inmediatos. En el Islam la furia incendia iglesias, asesina una monja, declama la necesidad del exterminio de Roma y exige un pedido de perdón por la ofensa proferida. En Occidente se lamenta lo inacertado del aserto dada las circunstancias actuales. Todos lamentan la muerte de Juan Pablo.
Benedicto se disculpa por el malentendido y lamenta profundamente que esas palabras, con las cuales personalmente no acuerda, hayan sido tomadas como propias y reclama que se advierta su contexto y el profundo sentido de su mensaje.
Hasta aquí los hechos. La pregunta es ¿que sucedió realmente?
Las interpretaciones son varias. Benedicto se ha asociado a Bush, pretende extender un desafío religioso, se aparta de la política ecuménica de su sucesor. No está aun maduro en su nuevo rol papal. El académico se distrajo y habló con sus antiguos modos reflexivos.
El tema tratado era la relación entre Fe y Razón. Es allí donde debe resonar la pregunta y buscar también la respuesta para esta novedad y desafío
¿Cual es el desafío que esas peligrosas palabras sostienen? La irrupción del siglo XXI trajo con él al 11 de septiembre. Allí, pilotos suicidas, largamente entrenados, asesinaron multitud de personas en nombre de Dios. Bush contraatacó, contra aquello que definió como el Mal, hizo dos guerras en Afganistán una, en Irak la otra, ambas irresueltas. Israel atacó al Líbano y hubo otra guerra, también irresuelta.
La relación entre dogmatismo, fanatismo, irracionalidad y fundamentalismo es largamente atribuida al mundo de la Fe. En cierto sentido lo creen los creyentes y los no creyentes dado el largo historial de guerras religiosas, el peligro de una confrontación entre civilizaciones está a la vuelta de la esquina.
Lo nuevo no es otra cosa que intentar encontrar un fundamento para resolver el conflicto entre una Razón que desconoce la Fe y una Fe que no oye razones, un conflicto que de ahondarse nos empuja lentamente a un abismo.
¿Que fundamento encuentra? El fundamento de un valor: el supremo valor de la vida humana. Los griegos definían a la vida como zoe (simple hecho de vivir común a hombres, animales y dioses) y como bios (forma propia de vivir de un individuo o un grupo). La vida (zoe) no puede ser atacada por ninguna razón y ninguna Fe. La Fe es accesible por la Razón y esta por aquella pues ambas son producto de un mismo Creador. El desencuentro de ambas es un error que debe ser subsanado.
El mundo secular sordo a la sensibilidad religiosa está en peligro porque una gran dimensión del hombre se mueve por Fe y la Fe no puede matar en nombre de Dios pues sería un acto irracional imposible de aceptar para ningún creyente en el decálogo que revela el texto sagrado.
Marca así dos campos de responsabilidades el primero en el Monoteísmo que debe entender que hay una Moral (todas las religiones la predican) que no puede entrar en una contradicción con una Ética de origen Divino, pues Dios no es contradictorio, es innombrabilidad y Misterio pero no contradicción. La otra responsabilidad le cabe a la sensibilidad atea que usufructúa contenidos éticos de origen religioso y que se muestra impotente para plasmarlos desde si misma. Es el grito dostoiewskiano "Si Dios ha muerto todo está permitido”
La Fe no puede matar, la Razón debe Sentir, estas obligaciones existenciales se le presentan a un mundo humano que está globalizado y debe convivir.
No hay convivencia sin diálogo, la enorme mayoría pacifista del Islam estará optimista, pues la principal víctima de la violencia terrorista es el Islam mismo.
Las verdades enunciadas pueden ser hoy dolorosas pero enunciarlas es el único camino para abrir un diálogo que no sea de sordos.
No matarás, el quinto mandamiento, es obligación tanto de la Fe, como de la Razón, si de vivir se trata.
El grabado, impresinante, es de Hans Burgkmair The Elder 1473 -1531.
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