martes, octubre 17, 2006

Teoría del pene

La escribí hace unos años, pero veo que no ha perdido vigencia y la quiero publicar hoy en el blog:

La prueba de que la naturaleza no posee la maestría que nuestra emoción quiere a veces adjudicarle es la existencia de ese ridículo pedacito colgante, órgano externo y bamboleante, ridiculez paradógica que quiere representar el poder de la virilidad y pone en evidencia en cambio la volubilidad y la fragilidad del macho.

Es que parece absurdo: ¿qué es ese pedacito en vaivén (mal planeado, prueba de la inexistencia de Dios), esa colgadura desasosegada, ese bobezno habitante de calzoncillos, cuando no flotador golpeteante de las carreras en estado de desnudez? Si hasta podría esbozarse una teoría según la cual el paso de la desnudez primaria al estado de cultura hubiera obedecido a la simple compasión por el caidito que causaba gracia y pena. Hemos acentuado el vigor de su erección, y es cosa inobjetable, sensibilidad extrema, fuerza convencida y gozosa de sí, poder procreativo, etc, pero en su existencia corriente el flácido es un poco demasiado vulnerable , digamos la verdad. Ni hablar de las sacudidas que la mayor parte de los hombres le infligen después de orinar para largue la última gotita: si no fuera tan universal ese gesto sería un hallazgo cómico.

Detrás de cada gesto adusto, de cada rostro cargado de importancia, hay un ridículo pedacito de carne desilusionado. Para producir esta imagen de contraste la simbología popular ha hecho mucho hincapié en el culo como cosa abochornante, verdad defecante capaz de contraponerse a la espiritualidad de la personalidad, y de ponerla en evidencia como falsa, movimiento vulgarizador justificado sólo en los casos en los que sirve para denunciar alguna actitud hipócrita. Pero es en el pene en donde la personalidad ofrece un frente distinto. El culo está atrás, es la espalda animal del sujeto organizado, pero el pene está adelante, y es un incongruente pedacito de animalidad desencontrada.

Nada que ver con una extremidad: con un brazo, con una pierna, músculo, tendón, dedos, habilidades infinitas. El dedo único del pubis es un apéndice con un solo movimiento automático. Su obediencia a la voluntad es extremadamente relativa, pudiendo sólo intentarse darle órdenes por vía indirecta o imaginaria. Aun en el caso de la micción, el tipo de órden -o sugerencia- que se le dirige, es indirecta, en este caso a causa de su dependencia de otro órgano guardado en el interior.

9 comentarios:

Anónimo dijo...

Que silencio en el comentario!
No hay nada que decír sobre esta representación del elemento mas placentero del universo?
Las chicas?... silencio...
Intuyo que ALE escribió esto con una mueca de sonrisa pícara.
Me gustaria ver una escultura con el miembro viril recto. Y sería tan alegre que de solo verlo también produciría placer, el placer de la comedia. Porque ese pedacito colgante (especialmente al salir del mar) representa la comedia sin guión, la comedia al desnudo.
Vamos chicas! un comentario por favor!

Anónimo dijo...

El "pedacito" colgante, por más que nos quieran hacer creer que no importa el tamaño, es lo que nos diferencia (felizmente) del bello sexo: "Vive la diference". Que se vea pequeño en las esculturas clásicas y en la pintura hasta el siglo XIX es obra de la moral hipócrita que lo mantuvo tan pequeño y escondido como fué posible a lo largo de 18 siglos. Como también ocultó las partes bajas de la mujer, daba la sensación que la reproducción se realizaba, obviamente, por medio de repollos como decían nuestras abuelas. Hojas de parra y otros vegetales, piezas de lienzo, manos del sujeto (¡no de otros!) y volutas de humo, cuando no ondas de agua, sirvieron para que los artistas cumplieran con la ley.Hoy día, en las películas pornográficas (y otras no calificadas tan cruelmente), resulta incongruente ver que las "modelos femeninas" (no así los varones) no se quitan los zapatos o el sombrero para no aparecer inmoralmente desnudas, mientras todos sus atributos se entregan ferozmente a contorsiones y succiones que solo pueden ser imitadas con el fotoshop. No sé por qué, pero a menudo me da envidia la potencia de los individuos y por supuesto el gran tamaño de algunos miembros que hacen delirar a las niñas con zapatos (de tacos altos, por supuesto). Gracias Heffner por coleccionar rubias taradas. Gracias Alejandro por traer este tema al blog. Saludos,
Argie

Anónimo dijo...

emmmmmm...bueno,todo depende del punto de vista.me parece que no da deificarlo pero tampoco tirarlo abajo así! por supuesto que en su estado saliendo del mar o en su "reposo" quizá no sea de lo más fascinante,pero cuando lo vemos en todo su esplendor creo que representa algo poderoso...cómo decirlo?algo que...no sé,que está bueno (?!) es como me sale decirlo en este momento,disculpen...
y para el pri9mer comentario,yo lo banco a hefner...ja.
un saludo

Raquel Barbieri dijo...

Siempre me dio mucha risa este texto tuyo sobre el pene y sus avatares. Lo había leído en tu website en el 2005.

Muchas veces traté de imaginarme qué se sentiría al tener pene y a qué cosas me llevaría; si yo lo llevaría a él por la vida, o él a mí. No sé lo que es tener la genitalia afuera y eso me desconcierta un poco.
Sigo pensando en que es una parte muy vulnerable y expuesta que tendría que poder retraerse cuando no va a ser usado (A la naturaleza le faltó un touch en esto, tal vez).

Sigo riéndome con tus definiciones (“Detrás de cada gesto adusto, de cada rostro cargado de importancia, hay un ridículo pedacito de carne desilusionado.”), aunque no lo veo para nada ridículo (al pene, digo) y menos aún si es de un tamaño interesante.
Más de una vez escuché a una mujer decir que el pene es feo a la vista. A mí me parece todo lo contrario, me encanta y en su estado de esplendor, representa un halago para quien lo inspira. Me resulta tentador más allá de quien lo lleve puesto, lo cual es ya otro tema.
Hay una escultura etrusca que data del siglo siete antes de Cristo, y presenta a un hombre con el pene erecto, parado justo detrás de una mujer a quien tiene encadenada por el cuello. Es una imagen muy erótica, casi porno. Creo que fue mucho después que empezaron a representarlo en estado de reposo, empequeñecido, como en las esculturas clásicas.

Esta escultura debe andar por Internet. Yo la tengo en el libro “The Etruscans”, editado por Mario Torelli, Rizzoli, New York, y el hombre del pene que parece un perchero (y extra-large) se encuentra en la página 52.
La descripción (por si quieren buscar la imagen) dice: Small bronze, from Costiaccia Bambagini (Vetulonia). End of the eighth-first half of the seventh century B.C. Florence, Museo Archeologico.


Saludos,
Raquel

Anónimo dijo...

Sin entrar en demasiados detalles (para no parecer grosero) le diría a RB que tener pene produce sensaciones muy variables a lo largo del tiempo. Pero nunca deja de formar parte integral de cualquier relación intersexual, por lo menos mentalmente.

También debo advertir ahora que la llamada "envidia del pene" fué sugerida por un boludo de esos que se creen algo superior y no son sino patanes. El aparato femenino, si bien tiene como contrapartida que eventuales impregnaciones discurrirán en el interior de su cuerpo con diversas consecuencias, es una inimitable máquina de gozar como jamás haya imaginado o soñado hombre alguno. En otras palabras, las mujeres no solo no tienen nada que envidiar sino que, bien jugadas las cartas, siempre tienen la manija virtual.

Cuando uno es muy chico y no ha visto desnudo a nadie más, supone que todos tienen un pene y que simplemente está oculto - como el propio - por la ropa. Cuando nace una hermanita o uno ve cambiarle los pañales a una beba, o a una amiguita evacuar en la plaza detrás de un arbusto, la sorpresa es mayúscula. La primera impresión es que a esa criatura se lo han cortado o lo ha perdido de alguna manera. Adquiere uno en ese instante el temor de que algo haga que el propio apéndice pueda ser cortado "para siempre" y se imagina uno si dolerá o no. Eso puede asociarse con imágenes ficticias de posibles formas de que suceda lo más temido.

Admiro y amo la parte baja del sexo opuesto; es como más prolijita con esos pliegues rosados paralelos, hinchaditos y de suave apariencia que en nuestra sociedad actual se mantienen artísticamente lampiños o casi. Da gusto apoyar la mano allí y sentir su tibieza mientras, en otro ámbito, los ratones corren más que los McLaren.

Nuestras "partes" en cambio, son como las vé Alejandro. Además muchos hombres creen que no tienen nada que hacer, ni depilarse, ni hacer dieta ni gimnasia, ni ponerse perfume, etc. Son los que se creen el cuento de la "envidia" y que con tener pene no hace falta más. Cuando las ocasiones se les escapan por creídos, le echan la culpa a cualquier otra cosa:... una trola la mina... que se vaya con quien se la banque..., etc.

Tener pene es comodísimo para hacer pis y de muchachitos hacíamos competencias a ver quien meaba más lejos. También lo es para la masturbación, aunque no se alcancen jamás frecuencias y niveles de extasis como los femeninos, logrados por ellas con solo dos dedos...

Al llegar a la edad de merecer, llega también el nuevo terror que nos acosa a toda hora: el de "si mi pene será de tamaño suficiente y las chicas no se me burlarán en la cara" (al tiempo que corren las historias de quien tenía un pene fenomenal). Es en esta edad (16-18) que aparecen "juegos" nuevos. A ver quien la tiene más larga (o más gruesa, o ambas cosas)?. Estos juegos pronto aterran a algunos (los que la tienen menos de las dos cosas) y ensoberbecen a otros, los que siempre ganan. En ocasiones, duran hasta años después de casarse. Muchos muchachos, en cambio, no se animan a continuar más allá de una transa por el miedo de que su amiga vea (o ni sienta) algo tan pequeño y ridículo como "lo que tengo".

Pocos años después vienen historias como las de los pescadores, tipo "pesqué 49 peyerreyes", pero referido a la cantidad de ya saben qué. Algunos guasos ni se ponen a pensar que la calidad - como en otros temas - es más importante que la cantidad. Pero la cantidad es otro tema que divide las aguas. Y también aquí hay vencedores y vencidos.

Por último, está la competencia sobre la cantidad de chicas que uno ha conocido en el sentido bíblico. Los "losers" de las otras competencias raras veces hablan de sus éxitos en este rubro. Esta competencia nos acompaña hasta el final de nuestros días hábiles (no los de la semana) y finalmente se torna en cuentos de jubilados tomando sol en la plaza, mientras ven con envidia los juegos parasexuales de los jóvenes. Para ese entonces, el pene es casi un estorbo y muchos deben sentarse en el inodoro para orinar, so capa de mojarse los pantalones.

Pero siempre, hasta el fin, la cabecita chica piensa antes y más rápido (aunque no más acertadamente) que la grande y siempre apunta a lo mismo.

Lo lamento, pero no pude resumirlo más. Otros podrán agregar pero lo principal está y pido disculpas si he sido demasiado claro en algun lugar.

Así que como vé, mi estimada y desconocida RB, nuestro pene rige de forma distinta nuestras vidas en toda su extensión (la de la vida).

Raquel Barbieri dijo...

Estimado y enigmático Anónimo,

He leído y me he entretenido abbastanza con sus explicaciones sobre la experiencia masculina de portar pene, y me siento halagada de que se haya referido a mí en forma de monograma bordado: RB.

No poseo la envidia del pene porque me agrada mucho tener vagina y clítoris, partes de mí que no cambiaría por la anatomía masculina. Es más, si existe una próxima vida, me gustaría volver a nacer hembra.

Siento que cuando hablé de un pene de tamaño “interesante”, se asumió que dichas dimensiones tendrían que ser las descomunales. Creo que ese tópico se adecua también a su alegoría de la calidad por sobre la cantidad.

Lo que es ideal para la vagina puede resultar grande para los otros dos espacios existentes, de manera que “el tamaño interesante” es aquél que puede desenvolverse placenteramente en tres territorios, tanto sea en longitud como en espesor.

Estimado Anónimo, traje a colación el pene etrusco de la estatuilla como símbolo porque pinta la esencia de un pueblo rudo y poderoso, al mismo tiempo refinado para la música. Un mismo pueblo con dos naturalezas opuestas y complementarias: El primitivismo carnal, y la sutileza de la música y la danza.
Su parte primitiva está expresada en el hard core sex de la estatua, y la sutileza es la calma luego de la tempestad que representan sus flautas y liras pintadas sobre guijarros y vasijas.

Permítame compartir mi versión acerca de los “pliegues lampiños o casi”, dables en nuestra sociedad actual: Si tenemos una superficie demasiado cubierta de vello, es como estar un poco vestido. Es como bañarse con la camiseta puesta. Imagínese que si el pene estuviera cubierto de pelo, sería un paliativo, una suerte de anestesia, de colchón, aunque sutil. Así, la ausencia selvática en la zona sur femenina, brinda mayor sensitividad y contacto más directo y placentero con la otra parte (cual fuera).

Me gustó que usted mencionara eso de que algunos hombres se creen que porque tienen pene, lo tienen todo y por eso no se cuidan, etc. Está demostrado que un hombre es mucho más que un pene porque si no, sería fácilmente reemplazable con un dildo conectado a un muñeco perfumado y sonriente.

Por suerte, los hombres (no voy a hablar de casos particulares sino de la generalidad de la especie) son mucho más que un pene. Son un combo de cerebro y alma, lo que los hace personas y en definitiva, de quien puede uno enamorarse; de todos modos, una cosa es el mero sexo y otra es el amor con sexo, ya sabemos.

La lujuria está más cercana a la estatua de los etruscos, y el amor, al beso de Rodin. En el medio está lo interesante (para mí): Entre los Ingalls y Fatal Attraction hay un in-between que no se logra con cualquiera.

Lo último: Lo de llevar un registro de las conquistas es bastante natural en la especie humana. En la ópera “Don Giovanni” de Mozart, el sirviente de Don Juan, llamado Leporello, lleva un catálogo de las mujeres de su patrón, clasificadas por países, clase social, rango de edades, formas y colores.
El aria “del catálogo” es una de las más famosas para la voz masculina; bella, graciosa, ácida y difícil.

Ya sabemos que quien necesita hacer listas de mujeres u hombres “volteados” (discúlpenme la vulgaridad) es porque se siente inferior en otras áreas de la vida. El alarde proviene casi siempre de alguna carencia fundamental.

Atentamente,

RB
(lo bordé con mi pelo)

Anónimo dijo...

Simpática y desenvuelta RB,

¡Que bueno que le gustó el monograma! Veo que rubricó su mensaje sobre ese monograma, con una imagen de la zamba "el pañuelito blanco"

Entro como "anónimo" porque los vericuetos de mi PC son poco permeables, en algunos casos, a dejarme anotar con mi nombre o nom de plume.
Por ello siempre firmo debajo de mis desvaríos escritos con este último. En mi anterior, por error, no lo agregué.

Es claro que pensamos tan parecido que no tiene mayor sentido continuar con el tema. Quiero sin embargo aclararle que en lo que se refiere a la depilación del vello púbico y alrededores (tira de cola, para darle su nombre popular) pensamos exactamente igual, solo que mi exposición original se hubiese extendido mas de lo que creí que pudiera ser un resumen y, de puro precavido, no quise iluminar mi texto con imágenes. Cuando quiero hacer eso, lo hago en mi poesía de estilo romántico inglés (y en ese idioma) de fines del s.XVIII a mediados del XIX, o también en atropellos mucho más modernos de blank-verse y cosas peores, o más avant garde aún hasta caer en una absoluta chabacanería. Pero usted ya sabe como somos los poetas...

Por ejemplo, cuando digo

"In early youth my passion bred
and throughout this hectic life I kept it well fed
with happiness, sadness, fire and strife.

Passion for passion's sake overflows my brain
in a passionately impassioned impatient way,
full of the goodness, the strange, the rare,
the common, the disastrous, the unjust and the fair
the dreams that fill the lives of men
and haunting nightmares that return again.

Oh, passion of all passions, fill me and let me be
until my day of death a lover of nature, passionate for love,
and give me the hours I seek to speak my passion
this day and forever through poetry!..."

Usted, ¿que imagina?

En el último párrafo verá de que hablo, escondido tras el velo de mi amor por la naturaleza.

Por suerte, no me siento inferior en casi nada (aunque me hubiese gustado haber aprendido griego para leer Thucydides en directo), ni superior en casi nada por más que, como poeta, "deba mostrar al mundo lo que el común de los mortales no puede ver, y eso desde mi personal punto de vista" (según el maestro William Wordsworth).

Finalmente, el in-between, tiene un atractivo fenomenal, siempre y cuando no se pretenda engañar a la pareja y "toda la carne esté en la parrilla". El sexo con cariño del momento - no necesariamente con amor - que es lo que entiendo como su "in-between", debe ser salvaje y honrado, dulce y enérgico, elegante y perverso, suave y libre, y, sobre todas cosas, consentido hasta la última fibra. El pene, obviamente, recitará uno de los varios papeles principales.


Argie

NB: Con respecto a su "imagen" de llevar la genitalia afuera, Jeanette Winterson coincide con usted en su libro "Oranges are not the only fruit" (1985), imaginando al willy como un trozo de intestino colgante... ;-)

Santiago Ordoñez Zemborain dijo...

En primer lugar, es "paradójico", con j. Small detail pero siempre viene bien educar al soberano.
Con respecto a la imperfección y que eso probara la inexistencia de dios...enfin. Hay tantos argumentos mejores sobre las absurdas teorías del "diseño".
Richard Dawkins menciona, eso sí un tema para el que los evolucionistas no tienen - todavía :)- explicación: El ser humano sería casi el único que expone sus genitales al ataque de un agresor. Los demás mamíferos (perro, caballo, toro, whatever) los llevan bien escondidos y protegidos. Nosotros en cambio, cuando decidimos erguirnos (digo pararnos...digo...bueno me entienden...porque erguirse, pararse en este contexto..) decía al erguirnos dejamos nuestras partes tan importantes a la mano del agresor.
Se aceptan explicaciones evolutivas.
Koba

Dieguez dijo...

No terminé de leer el artículo, pero paradójico va con jota.

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