jueves, mayo 19, 2011

Música de aventuras


La música clásica es música de aventuras, narraciones contadas con sonidos que sin embargo no pueden ser transcriptas a hechos concretos y narrados. Las músicas más libres, que aceptan el mayor grado de arbitrariedad. Es música incomprensible, inasible, indomable: por eso se hace difícil escucharla, y por eso, para aprender a gustar de ella, hay que tolerar grados importantes de incerteza, prestarse al juego de un movimiento que no se entiende, ni puede ni debe entenderse.






3 comentarios:

Andrés A. dijo...

Siempre me pareció un tema complicada el de la música. Mucho más cuando trato de entender qué significa entender una obra musicas (no me refiero a la letra, obvio). Saludos.

matias ramisch dijo...

y sin embargo es cierto eso que comentó alguien acá en tu blog, si no fuese por la tiranía del concepto, la música ya hubiera reemplazado a la filosofía. El oído es el más hiperquinético de los sentidos, por lo que hay que seducirlo (con muy pocas herramientas) con mayor sutileza y con una lógica oculta, todo pasaje caótico en la música escrita es especulación narrativa. La música de hoy es una metáfora de la música antigua, pero creo que el hombre moderno siempre es una metáfora del hombre que lo antecede en la historia.

Un saldo grande.

Unknown dijo...

La música clásica siempre me pareció genial. No le teme a nada y expresa con exceso sonoro, todas las emociones posibles. Clavarse una sinfonía, es tan bueno como la elección de un buen vino. Es inevitable la pregunta de que ha pasado con esa forma de concebir la música. Una orquesta ya no esta tan a mano como en la época de Schubert, o de Verdi, cuyas memorias no hacen la menor mención de que les resultara dificultoso encontrar quien ejecutara sus obras. Al parecer en el pasado, la maquina sinfónica estaba aceitada y a punto. El objetivo: un publico capaz de permanecer inmóvil una gran cantidad de tiempo, oyendo una epopeya sonora.
Hoy no contamos con tanto tiempo , de hecho la musica actual es breve por ello.
Pero no puede negarse el valor terapéutico de la música. Es una estructura que apaga las tensiones cotidianas del ser y fuerza a que la mente flote sobre un océano de sensaciones agradables. Claro que si pones a Stravenski o Bela Bartock, la taquicardia puede invadirte.
Para mi la música clásica es como el sacacorcho de la botella de mi inconsciente. Cuando lo destapan, fluye las burbujas de las cosas ocultas detrás del lado oscuro de la mente.

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