martes, julio 10, 2007

Dos fragmentos de mi libro "Amor y País": sobre la igualdad y sobre el rol del pensamiento

Aquí van dos fragmentos de mi libro Amor y País, a los que sentí pertinentes en los momentos políticos actuales:

No somos todos iguales, ni deberíamos serlo. Se trata más de aportar nuestra diferencia que de hacerla callar. Además, no terminamos de entender hasta qué punto este mundo que vivimos es distinto él mismo, nuevo, y por eso no captamos las posibilidades plásticas de la realidad. La diferencia se expande en forma lateral y geográfica, pero también como movimiento de transformación de la realidad y hasta de uno mismo. Como veremos en varios momentos de este libro, ese registro de una diferencia que se expresa a través de transformaciones y metamorfosis, resulta un paso necesario. El combustible esencial para ese proceso de mutaciones es el entusiasmo, la fluidez del movimiento del mundo. Toda la maravilla de la creatividad posible, del uso de estrategias y de objetivos ambiciosos, forma parte de una proyección personal y social que tiene su base en el deseo. La sociedad no debe buscar ser más correcta, debe buscar ser plena, o mejor dicho, debe liberar esa energía creadora en sí misma, la entusiasta energía que desata una fuerza interna dispuesta a hacerse con las cosas.

Muchos pensamientos creen que la falta de adecuación entre las ideas y las cosas se debe a que las cosas se pervierten, a que la realidad no se comporta como debiera, pero esa posición no resiste una segunda consideración. El fracaso del pensamiento es en todo caso el de no haber sabido comprender el funcionamiento de las realidades, y por lo tanto no ser capaz de generar una conciencia capaz de enriquecerlas. La oposición al mundo, la constante crítica de nuestra realidad -ese derramar explicaciones negativas de todas las cosas al que solemos tomar absurdamente como inteligencia- no es tanto un acto de pensamiento como una mera manifestación de resistencia. Aparece en esos casos más una voluntad de muerte que una de vida, aunque guste de presentarse como una opción activa. No podemos seguir cultivando las mismas ideas, cuando la realidad se nos va de las manos. No tiene sentido esperar una segunda oportunidad para los planteos inefectivos, como si el tiempo no hubiera pasado o no fuera a seguir pasando, y como si fuera más meritorio seguir fiel a los mismos principios que ser capaz de transformar y hacer crecer el modo en que las cosas son pensadas. No es posible creer que el error es del mundo y no de nosotros. Hay que desafiar a las ideas, buscar otros puntos de vista, aplicar otros criterios, desplegar otras emociones, ser capaz de otros humores, sobre todo ir más allá de lo que se considera correcto, eludir la facilidad de quedar bien diciendo la acostumbrada serie de pavadas benignas y entrar en cambio en la dificultad con ánimo de hacedor. En esta serie de operaciones de pensamiento se pone también en cuestión nuestra propia sensibilidad: es necesario examinar la propia vida, no hay pensamiento que no sea experiencia de vida, compuesto emotivo / conceptual / sensible tratando con la espesa sustancia de la realidad.

Otros fragmentos de este libro publicados en este blog:

1. Capítulo sobre la memoria.
2. Capítulo sobre la inexistencia del pueblo.
3. Capítulo sobre la inmadurez del progresismo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Es como cuando le hechamos toda la culpa de la pobreza de este país al menemismo, y nos quedamos obsesionados con ese período en vez de ver que otros factores fueron los causantes de esta miseria. Es esa tendencia a ver en bicolor negro- blanco, sin ver los ricos matices de la realidad.

Saludos

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