El pensamiento en las empresas (Pensamiento y entusiasmo son dos caras de una misma cosa)
Como mañana a la mañana voy a dar una charla para alrededor de 20 o 25 personas en una empresa mediana (cuyo nombre no viene a cuento), estoy revisando una serie de materiales, reacomodando las ideas (buscando siempre la manera más clara y estimulante de decirlas) y encuentro algunas anotaciones hechas al correr de charlas anteriores que me hacen recuperar momentos importantes vividos en aquellas sesiones de trabajo. Sobre todo algunas formulaciones sobre el sentido general de lo que un “pensador” puede aportar en una empresa: ¿para qué hablar con un filósofo si se trata de producir más ganancias?, ¿es una manera de perder tiempo y dinero, elegante y meritoria pero inútil al fin?
¿Qué busco cuando me enfrento con un grupo de gente que se dedica por ejemplo a ventas o a trabajos de gestión en una empresa?
Busco probar que el pensamiento es útil, lo cual quiere decir:
a. que no es una función abstracta sino una actividad que marca una diferencia en la calidad de trabajo y de vida,
b. que las ideas son aplicables, y que hay ideas para intervenir en todo tipo de situaciones haciéndolas más accesibles,
c. que pensar, entrenarse en el pensamiento y en sus características asociadas (iniciativa, invención, comprensión, organización), hace la diferencia entre una persona calificada y una sumergida en la torpeza.
Busco que los participantes contacten con el poder que hay en su capacidad de entusiasmo, de manera de poner en movimiento actitudes que muchas veces pueden parecerles ajenas (protagonismo, creatividad, empuje) pero que son propias de todo aquel que acepte su movimiento pasional interno (sería una manera de decirlo).
Busco ayudarlos a hacer de su actividad de pensamiento constante (e inevitable: todos pensamos todo el día), una acción más certera y poderosa.
La imagen está sacada de aquí, un site en el que hay una colección de extraños monumentos.
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