jueves, octubre 15, 2009

Sergio Muzzio también habla de golosinas (y de kioscos, muy buen texto)

En San Martín, en la esquina de Matheu y Ballester, hay un quiosco para no vender.
No es que esté siempre cerrado, al contrario: los dos engendros que lo atienden (siempre juntos, hombre y mujer, siempre entreteniéndose con la tele o con algo, pasando el tiempo, porque vender no venden nada, jamás) cumplen puntillosamente un horario para decir casi con alegría, inexorablemente, que no tienen nada de lo que uno busca.

La zona en que está ubicado el quiosco es un filón: a la vuelta del Bingo, casi enfrente de la Corporación Médica, al lado de las varias remiserías 24 horas que están precisamente ahí por el Bingo y por la Corporación. Es un lugar ideal para vender a lo pavote, para cobrar más caros los mentoliptus, para no dar ningún vuelto, para atenderlo bien un par de años y comprarse un campo en Santa Fé, vacas y peones incluidos.

¿Cómo puede ser – me pregunté muchas veces – que estos tipos nunca tengan Marlboro? ¿Cómo puede ser que no tengan Coca-Cola, Rhodesias, pomada Wasington, papas fritas, Beldent de cualquier sabor?
¿Cómo puede ser que los productos por default de cualquier quiosco normal en este antro no existan?


Sigue en:

Link: La timidez y otras cosas

2 comentarios:

Martin dijo...

Son todos drogaditos

Sergio Muzzio dijo...

Muchas gracias, Alejandro. En cuanto consiga que me atiendan, te llevo unas Rhodesias...

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