viernes, octubre 31, 2008

Filosofía del entusiasmo


Filosofía quiere decir, legítimamente, "visión del mundo". Una imagen, una versión de las cosas, una forma de concebir el movimiento general de la realidad. El aspecto general, la visión de conjunto, que intenta captar el sentido en su aspecto más abarcativo, es propia del pensamiento filosófico, es la operación misma de la filosofía. Digo, suponiendo que eso le importe a alguien. No creo en la necesidad de rendirle culto a la mirada filosófica, es mucho más sabio comprender el rol orgánico y vital del pensamiento que endiosar una sospechosa operación esencial de la mirada sobre las cosas.

En todo caso: hay visiones del mundo y también hay una de ellas que corresponde con la actitud o el ánimo que se expresan en el entusiasmo. ¿Cómo es esa mirada? No ve al mundo como objeto de reproche y sospecha sino como existencia lograda y celebrable. No es necesario ningún grado de ingenuidad: no se está diciendo que todo en la realidad sea lindo, se está diciendo que ella, en su exhuberancia natural, es una expresión de entusiasmo en sí misma. La aparición de la forma está impulsada por el entusiasmo de ser. La existencia es en sí misma un acto de fuerza y logro, pese a su complejidad. O aun más: su complejidad no resulta del descarrilamiento de las cosas sino de su desbordante fuerza.

Tal filosofía o visión del mundo es una perspectiva poco corriente en nuestro mundo de ideas. Por lo general, todo decir está marcado por la militancia activa en la crítica y la insatisfacción, como si la inteligencia estuviera caracterizada por llevarle la contra al mundo.

Soy consciente de que pedir la visión afirmativa completa que la filosofía del entusiasmo pretende es pedir mucho. Hay que estar demasiado decidido a hacerse cargo, a tolerar todo lo que a uno no le gusta o no quiere, a incluirlo dentro de la perfección constante del mundo. Eso no implica de ninguna manera describir una realidad quieta. La perfección debe reconocer precisamente al movimiento como la característica base, y de ese movimiento forman parte también nuestros deseos. Ese es el origen más adecuado para todo logro: no la insatisfacción con lo que hay sino el deseo de algo más, nuevo, distinto, mejor. Sin idealismo alguno: no hay por qué pensar que la ausencia de conflicto o del mal es alcanzable, porque no lo es. La existencia es dinámica y en ella nos movemos. La perfección no debe ser alcanzada, es el punto de partida.


El cuadro es de Basquiat

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