Odio la gente lenta

Odio la gente lenta. No es una virtud, ni necesito exponerla como tal, ¿acaso uno tiene que hablar sólo de lo bueno de sí? Descartamos que todos tenemos, como dice mi hijo de 5 años, una parte buena y una parte mala. Buen principio para una pedagogía consistente, que ayude a los chicos a desarrollarse y crecer, a desplegarse.

Hoy, cuando la señora tardaba en bajar del taxi, yo, que me comportaba como el normal ciudadano educado y respetuoso, pensaba dentro mio: ¡cuando carajo te vas a bajar, hija de mil putas!

Cuando tengo que hacer cola en una caja, o en un cajero, y el de (o la de) adelante se demora un poquito, en esas cosas normales de los movimientos hechos sin apuro (para mi gusto: sin tener en cuenta que hay otro esperando, o también: cagándote en todo), tengo la fantasía de agarrarlo del pelo y tirarlo al piso. Y patearlo. Es cosa de un segundo. No lo haría ni en pedo, lógico. Es una cosa de la mente, digamos.
(Esa misma fantasía de sacarlo tirando del pelo la tengo cuando me toca estar parado en un transporte público).

Cuando estoy esperando que salga alguien para poder estacionar y el otro no se apura, sino que simplemente se toma las cosas con calma, lo reputeo, con suerte, sin decir palabra. (Los autos son el escenario de una dramatización, uno se permite ser la bestia que en la vida real no sería nunca).

Y así.