¿Es la nuestra una democracia real?

Este artículo tiene unos años, pero me sigue gustando:

El descontento con la situación social argentina hace que muchas veces tengamos la sensación de que la democracia en la que vivimos no es una democracia real. Ese descontento se basa en la creencia de que la democracia debiera ser un sistema en el que el acuerdo político se produjera con facilidad o que esta debiera proveernos de soluciones para los problemas en los que estamos inmersos. Lo cierto es que si observamos el sentido de una democracia debemos reconocer que la democracia es siempre y necesariamente un horizonte de conflicto y no una situación tranquila, y que la nuestra no sólo es una democracia real sino que supone, para los argentinos, un notable avance respecto de otros sistemas políticos en los que hemos vivido.

Pensemos que la dictadura, sistema social en el que nuestra sociedad supo caer con frecuencia en otras épocas, representa la libertad de uno solo, del dictador o del sector que representa, mientras que la democracia representa por el contrario la libertad de todos. Si todos somos libres y ejercemos nuestra libertad, es lógico que proyectemos sobre el cuerpo social la presión de nuestros intereses y que luchemos por nuestra conveniencia en la arena del conflicto comunitario. Podríamos así definir a la democracia como la lucha de los sectores, legitimada por las leyes que garantizan la libertad y la participación, en donde sin embargo todos ellos reconocen un acuerdo básico: respetar la vida de todos los participantes del juego democrático.

Concebida de esta forma la democracia argentina actual es un paso adelante respecto de épocas menos felices de nuestra historia en las que la muerte formaba parte de la lucha política. Es necesario reconocer y valorar de manera muy clara este avance, representado en el hecho de que hoy en día no haya violencia política entre nosotros. De esta forma el conflicto que toda sociedad es -y no puede dejar de ser- debe resolverse mediante las reglas democráticas.

La visión idealizada de la democracia, que supone que dentro de ella no debe haber fricciones entre compatriotas o que aspira a que ella sea capaz de resolver todos los problemas que el país padece es una visión falsa. La democracia no es más que la oportunidad que se da un pueblo para madurar su capacidad social, o para decirlo de otra forma, para alcanzar el máximo posible de su capacidad de generar una vida comunitariua feliz y plena. Pero es sólo una oportunidad, no un sistema infalible sino una herramienta. Lo demás, la serie de logros, está a cargo de los hombres que participan en ella, que pueden tener mejores o peores cualidades, que pueden ser más o menos capaces de dar lugar a esos logros.

Lo bueno de esta perspectiva que propongo es que elimina el descontento y la decepción en la que tantas veces nos vemos atrapados, y a través de la comprensión del verdadero sentido de la democracia nos inspira en el trabajo de lograr lo mejor dentro de lo posible. En resumen: la democracia es el inicio de un camino, no un punto de llegada. Nuestra democracia está sana y es vital, de nosotros depende que sepamos utilizarla para lograr avances significativos.

Ilustra: Tapies